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Si algo nos ha quedado claro durante la pandemia, es el hecho de que la atención a la salud mental necesita un reconocimiento y un impulso por parte de todos.

Los servicios de salud mental de calidad siempre han sido necesarios, y deberían haber sido básicos desde hace mucho tiempo, pero la pandemia ha hecho visible la importancia real tanto de la salud mental en sí, como de la atención que hay que dedicarle para que no desemboque en un problema. Anteriormente, la salud mental era algo muy estigmatizado y poco reconocido, que se ha ido haciendo más y más visible a causa de la complicada situación que nos ha tocado vivir. Si te interesa comprender un poco mejor el proceso de cómo ha afectado la pandemia a la salud mental de la población, puedes leer acerca del tema aquí, en nuestra propia página.

Está claro que reducir el estigma en torno a las enfermedades y a la salud mental, y el garantizar el acceso a servicios de salud de calidad, debe ser una de nuestras metas a cumplir de ahora en adelante.

La salud mental nos hace capaces de pensar, sentir, aprender, trabajar, construir relaciones y, en general, contribuir a nuestro propio crecimiento y al de nuestra comunidad.

Al igual que la salud física, que podemos observar de forma mucho más sencilla, y de la que casi nadie se atreve a dudar, la salud mental es un derecho, y debe considerarse y tratarse con la misma importancia que su homónima.

¿Cuál ha sido el coste de la pandemia?

Cualquier trastorno mental diagnosticado puede suponer un importante perjuicio para la salud, la educación o las condiciones de vida de la población. La pandemia ha influido profundamente en nuestra manera de relacionarnos con los demás, en nuestra forma de interactuar con nuestro entorno, e incluso en nuestra actitud ante la vida en general.

Por ejemplo, algunos de los impactos más significativos han sido:

  • Debido a la implantación del teletrabajo y la escolarización en casa, los roles familiares se han modificado sustancialmente.
  • Ha habido un incremento significativo de la frecuencia y de la gravedad de la violencia en el hogar.
  • Muchos de los estudios realizados han evidenciado un impacto negativo de la soledad en la salud mental, reduciendo también nuestra resiliencia.
  • Aparición de ansiedad por la salud, sobre todo en las personas que se vieron y se ven expuestas a mayor riesgo de infección.

Salud mental autocuidado: medidas básicas

Precisamente por el hecho de enfrentarnos a una situación nueva y potencialmente peligrosa para nuestra salud, tanto mental como física, hemos de tomar el control sobre nosotros mismos e intentar cuidarnos, ahora más que nunca, para hacer frente a esta dificultad, y hacernos todavía más fuertes.

“Mens sana”… O la parte de la salud mental

  • Mantener las rutinas habituales: tanto en horarios, como en las actividades que podemos hacer, es bueno seguir viviendo (en la medida de lo posible, claro) tal y como lo hacíamos “antes de la pandemia”. Es un buen momento para añadir otras actividades que consideremos disfrutables, nuevos hobbies, etc.
  • Los medios de comunicación, a raya: a día de hoy, por desgracia, el exceso de información es uno de nuestros problemas fundamentales. La exposición constante a noticias sobre la COVID-19, ya sean verdaderas o falsas, tanto en televisión como en redes sociales, hace que nuestro miedo o nuestra neurosis pueda intensificarse o convertirse en un problema. Es bueno leer acerca de recomendaciones, o en caso de tener dudas, pero siempre por parte de fuentes confiables, como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, o la Organización Mundial de la Salud.
  • Ocupa tu tiempo: cualquier distracción saludable puede alejarnos de los pensamientos negativos, y al mismo tiempo, hacer que nuestro estado de ánimo mejore considerablemente, centrándonos en los pensamientos y sensaciones positivas.
  • Establecer prioridades: el fijarnos metas razonables todos los días también mejora nuestro estado de ánimo, nos relaja y potencia nuestra positividad.

“In corpore sano”… O la parte de la salud física

  • Horario de sueño: debemos dormir lo suficiente, pero procurar mantenernos activos el resto del día.
  • Actividad física regular: cualquier actividad física que incluya movimiento puede ayudarnos a reducir la ansiedad y a mejorar el estado de ánimo. Si, además, se produce al aire libre, también nos ayudará a calmarnos. En este punto destacaremos el yoga, pilates y taichí, ya que son disciplinas que, además de mantenernos en forma, pueden hacer más sencilla la relajación, que es justo lo que necesitamos.
  • Dieta saludable: aunque pueda parecer difícil, es el momento idóneo para aprender a alimentarse de manera equilibrada. También es buena idea limitar la cafeína en la medida de lo posible.
  • Evitar tabaco, alcohol y drogas ilícitas: en general, el consumo de este tipo de sustancias para enfrentar o restar importancia a los problemas de cualquier índole puede empeorar las cosas. Igualmente, debemos evitar tomar fármacos como medio de afrontamiento (a menos que sean recomendados por un facultativo).
  • Reducir el tiempo frente a pantallas: apagar los dispositivos electrónicos durante un período de tiempo al día, especialmente antes de acostarse, también repercute positivamente en nuestra salud.
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Pilar Gómez Ruiz
Pilar Gómez Ruiz
Doctoralia

Creemos que lo importante en la vida de las personas es el camino hacia la meta, y no el logro en sí.

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