
BY: Calltek
Diagnóstico y Tratamientos
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Los padres y el TOC: guía para principiantes
Si bien el Trastorno Obsesivo Compulsivo o TOC cada vez es más conocido a nivel general y se encuentra más normalizado, todavía nos queda un largo camino que recorrer.
Especialmente en el caso de los niños, se trata de un trastorno que a veces es difícil de detectar. Sin embargo, para que nos hagamos una idea, se estima que aproximadamente un 1% de la población española padece TOC, siendo el cuarto trastorno psiquiátrico más común en la población.
¿Qué es el TOC?
Antes de comenzar a enumerar las diferencias entre pacientes adultos e infantiles, es importante definir exactamente qué es el TOC.
El Trastorno Obsesivo Compulsivo es un trastorno de ansiedad caracterizado por alteraciones del pensamiento y conducta en forma de obsesiones y compulsiones. Históricamente, se relaciona con conductas compulsivas como el lavado de manos repetido o la obsesión por el orden y la simetría. Pero no solamente es eso.
En resumen, una persona con TOC se ve perdida en un esquema de pensamientos desagradables o en una serie de conductas repetitivas y rituales que no es capaz de controlar, y que al mismo tiempo, le provoca ansiedad y angustia y le causa mucho sufrimiento.
¡Ojo! El que tengamos alguna manía no implica que padezcamos TOC. Si estas manías se vuelven frecuentes, interfieren en nuestra vida diaria, o causan malestar, es cuando debemos acudir a nuestro médico para estudiar la posibilidad de un trastorno.
¿Cuál es la diferencia entre una obsesión y una compulsión?
Una obsesión es un pensamiento irracional que no tiene sentido, es desagradable y no deseado, y normalmente se relaciona con situaciones que percibimos como peligrosas o que nos dan miedo. Una compulsión, por su parte, es un comportamiento ritualizado que se utiliza para compensar la ansiedad que produce el pensamiento obsesivo.
¿Qué lo produce?
En realidad, todos los trastornos de ansiedad cuentan con un relevante componente genético, pero también influyen el ambiente y la educación recibida, cuanto más en familias muy exigentes, perfeccionistas, o con mucha superstición.
A nivel cerebral, la causa del TOC es una mala regulación en los neurotransmisores (las sustancias que transportan la información en nuestro cerebro).
El TOC en la infancia
En el caso de los niños, el TOC se vuelve especialmente difícil de reconocer, ya que los niños suelen ocultar o normalizar este tipo de conductas. Al final, no entienden qué ocurre, y por ello, se sienten diferentes y pueden llegar a sentirse incómodos o avergonzados.
El punto clave para reconocer un TOC infantil es el cómo se toma la tarea a realizar: ¿notas que es una obligación, o que se lo toma con alegría? Si tu respuesta es la segunda, es probable que se trate de meras manías infantiles por las que no hay que preocuparse. Por otro lado, si es la primera, es peligroso y deberíamos consultar con un profesional.
Si notas que el niño o la niña tiene conductas de este tipo, que, además, le producen malestar o ansiedad, debes acudir al pediatra.
Tipos de obsesiones y compulsiones
Entre los tipos de conductas que suelen presentar los niños se encuentran:
- Orden y simetría: se ve, sobre todo, en el caso de los juguetes.
- Gérmenes y contagio de enfermedades: aquí es donde entra el lavado de manos compulsivo, por ejemplo.
- Comprobación y reaseguración: tienden a comprobar una y otra vez las cosas que hacen.
- Pensamiento mágico: en concreto, suele ser de tipo supersticioso. Por ejemplo, “si no veo un coche amarillo hoy, me ocurrirá algo malo”.
- Miedo irracional a decir algo inapropiado o dañar a los demás de alguna manera.
- Muerte: piensan en la posibilidad de que algún familiar o ellos mismos mueran.
- Sexo: piensan en las diferencias biológicas que existen entre los géneros, pero al mismo tiempo creen que esas ideas son malas y que no deben pensar en ello.
- Acumulación de cosas materiales.
- Repetición constante: normalmente sienten que tienen que hacer las cosas un número concreto de veces, o de una manera concreta.
Diferencias entre el TOC y manías
Existen dos diferencias significativas entre una manía y una compulsión:
- En primer lugar, el tiempo que se le dedica a la conducta es significativamente diferente. Una manía sucede con una frecuencia escasa, pero a una compulsión se le llega a dedicar una cantidad de tiempo bastante mayor.
- En el caso de no poder realizar ese acto al que llamamos manía, el niño o la niña sienten malestar. Si esto ocurre, es claramente una compulsión.
¿Cómo se trata?
Para tratar el TOC en casos infantiles, se receta medicación combinada con psicoterapia.
En caso de que sospeches que tu hijo/a tiene TOC, no es recomendable que le culpes o le castigues al realizar la conducta compulsiva, ya que de por sí, el niño se verá angustiado, frustrado y limitado. Es mucho mejor tener paciencia y tratar de favorecer un entorno tranquilo y libre de estrés a su alrededor.
Además, os despedimos también con una buena noticia: el TOC infantil desaparece por completo en un 50% de los casos, con un tratamiento adecuado y compromiso familiar.
Si crees que tu hijo/a puede padecer TOC, contacta con nosotros sin ningún tipo de compromiso.

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Aprendiendo acerca de los trastornos de la personalidad
A la hora de definir los trastornos de la personalidad, debemos hablar de un grupo de afecciones mentales que se caracterizan por presentar un patrón prolongado de comportamiento, emociones y pensamientos que se consideran ajenos a las expectativas de la persona.
En la vida diaria, este tipo de trastornos puede interferir con la capacidad de la persona para gestionar sus relaciones interpersonales y entornos laborales entre otros contextos.
¿Qué es un trastorno de la personalidad?
El trastorno de personalidad es un tipo de trastorno mental donde se presenta un patrón de pensamiento, comportamiento y desempeño muy marcado y por norma general poco saludable.
Generalmente, las personas con trastornos de la personalidad suelen tener problemas para percibir y relacionarse con personas y situaciones, desembocando en problemas y limitaciones muy importantes en las relaciones sociales, las actividades, e incluso en entornos laborales y educativos.
¿Qué los causa?
En realidad, y todavía a día de hoy, se desconocen la mayoría de los factores que pueden llegar a producir un trastorno de la personalidad.
Los factores que se cree que están relacionados con su desarrollo son principalmente genéticos y ambientales.
Los trastornos de la personalidad suelen comenzar en la adolescencia o la adultez temprana, y algunos se van volviendo menos evidentes a medida que entramos en la mediana edad.
Tipos de trastornos de la personalidad
Los trastornos de la personalidad se pueden clasificar en 3 categorías dependiendo de sus características más distintivas, y luego subdividirse en hasta 10 trastornos individuales.
Trastornos de la personalidad grupo A
Se caracterizan por mostrar comportamientos o pensamientos extraños o fuera de lo normal.
Trastorno paranoide de la personalidad
La principal característica del trastorno paranoide es la desconfianza y el recelo hacia los demás.
Síntomas:
- Desconfianza y sospecha hacia los demás.
- Creencia no justificada de que los demás intentan dañarte.
- Sospecha no justificada de la lealtad de los demás.
- Desconfianza por miedo a que utilicen información en tu contra.
- Percepción equivocada de comentarios y situaciones.
- Reacción hostil a insultos y desaires percibidos.
- Tendencia a ser rencoroso.
Trastorno esquizoide de la personalidad
El trastorno esquizoide se basa en una falta total de interés por los demás.
Síntomas:
- Desinterés en las relaciones sociales y sexuales.
- Emociones limitadas.
- Incapacidad para captar señales sociales y disfrutar de la mayoría de situaciones.
- Aparentar ser distante.
Trastorno esquizotípico de la personalidad
La base del trastorno esquizotípico son las ideas y el comportamiento extraños o excéntricos.
Síntomas:
- Personalidad y vestimenta peculiares.
- Experiencias perceptivas anormales.
- Respuestas emotivas inadecuadas o falta de expresión.
- Ansiedad social y falta o incomodidad con las relaciones sociales.
- “Pensamiento mágico” (creer que tienes poder con el pensamiento sobre los demás).
- Creencia de que determinados incidentes tienen mensajes ocultos que solo puedes entender tú.
Trastornos de la personalidad grupo B
Muestran comportamientos o pensamientos muy dramáticos, exagerando las emociones o simplemente impredecibles.
Trastorno de la personalidad antisocial
En el trastorno antisocial, se muestra irresponsabilidad social, despreocupación absoluta por los demás y el uso de artimañas o engaños para manipular y/o estafar a las personas que se encuentran a su alrededor.
Síntomas:
- Indiferencia hacia los sentimientos y violación de los derechos de los demás.
- Utilización de mentiras, robos, apodos… que suelen conducir a problemas legales.
- Comportamiento agresivo y conductas impulsivas.
- Indiferencia hacia la seguridad, tanto de sí mismo como de los demás.
- Irresponsabilidad y falta de remordimiento.
Trastorno límite de la personalidad
Dentro del trastorno límite encontramos un vacío interior, el miedo a ser abandonado que provoca relaciones inestables, y un comportamiento impulsivo dado por los problemas para controlar las emociones.
Síntomas:
- Conducta impulsiva y arriesgada, relaciones inestables.
- Imagen personal inestable.
- Conductas suicidas y amenazas de suicidio y autolesión.
- Cambios repentinos en el estado de ánimo. Ataques de ira intensos y frecuentes.
- Miedo a estar solo.
- Sentimiento de vacío constante.
- Paranoia intermitente.
Trastorno histriónico de la personalidad
Las personas con trastorno histriónico buscan atención y se comportan de forma exagerada y dramática.
Síntomas:
- Búsqueda de atención constante.
- Discursos con opiniones fuertes y/o controvertidas, pero pocos hechos para respaldarlas.
- Fácil de influenciar.
- Emociones que cambian drásticamente y poco profundas.
- Preocupación excesiva por la imagen personal.
- Pensamiento de que las relaciones son más íntimas de lo que son.
Trastorno narcisista de la personalidad
Quienes sufren un trastorno narcisista se distinguen por la necesidad de ser admirados, la falta de empatía y sensación de grandiosidad.
Síntomas:
- Evidencias de egolatría y arrogancia.
- Fantasías de poder y éxito.
- Incapacidad para reconocer los sentimientos de los demás.
- Exageración de sus logros y habilidades.
- Expectativas de admiración constante y de favores y ventajas fuera de la razonabilidad. Tienden a aprovecharse de los demás.
- Envidia o creencia de que los demás le envidian.
Trastornos de la personalidad grupo C
Suelen mostrar pensamientos y comportamientos que incluyen ansiedad y temor.
Trastorno de la personalidad por evitación
Este trastorno se caracteriza por evitar el contacto interpersonal, generalmente por miedo al rechazo.
Síntomas:
- Excesiva sensibilidad a las críticas.
- Temor al rechazo, ridículo, vergüenza o desaprobación.
- Sentimiento de inferioridad.
- Evasión de actividades que impliquen contacto interpersonal.
- Inhibición, timidez y aislamiento social.
- Evasión de nuevas actividades o reuniones con gente nueva.
Trastorno de la personalidad dependiente
Entre las características de las personas con trastorno dependiente se encuentran principalmente la sumisión y la dependencia.
Síntomas:
- Necesidad de que haya gente que le cuide.
- Conductas sumisas y apegadas.
- Temor a la soledad.
- Falta de confianza.
- Necesidad de aprobación y confirmación.
- Dificultad para iniciar proyectos y expresar desacuerdo.
- Tolerancia hacia los abusos y tratos inadecuados.
Trastorno de la personalidad obsesivo-compulsiva
Los tres puntos clave del trastorno obsesivo-compulsivo son el perfeccionismo, la rigidez y la obstinación.
Síntomas:
- Preocupación por el orden, las normas y los detalles.
- Perfeccionismo extremo, rigurosidad y obstinación.
- Deseos de control.
- Negarse a socializar por compromisos laborales o con proyectos.
- Incapacidad para desechar cosas.
- Moral y /o valores inflexibles.

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Violencia filio-parental: cuando los hijos maltratan a los padres
Actualmente, ya es hora de reconocer la violencia filio-parental como un importante problema de nuestra sociedad. Sin embargo, a pesar de acompañarnos con todo su peso, se trata de una realidad que aparenta ser invisible, y que quizá no es tan sencilla de reconocer en comparación con otros tipos de violencia.
Si bien se abren más de 4000 expedientes a raíz de este delito, se considera que solo se están denunciando los casos más graves, probablemente entre un 10 y un 15% del total real, y cada año, esta cifra continúa incrementándose. Por ello, es necesario saber cómo reconocer y actuar ante este fenómeno, bien para prevenirlo, o al menos, para visibilizarlo.
¿Qué es la violencia filio-parental?
Podemos definir la violencia filio-parental como el conjunto de conductas violentas, ya sean físicas, psicológicas (verbales o no verbales) o económicas, que se producen de los hijos/as a sus progenitores o a aquellas personas que ocupan su lugar. También es una variante de la violencia intrafamiliar. Para entrar dentro de esta consideración, las conductas deben producirse de forma repetida y consciente.
Es decir, de esta definición se excluyen:
- Comportamientos violentos puntuales.
- Las que se producen en estados de disminución de la conciencia.
- Comportamientos causados por algún tipo de alteración psicológica.
- Parricidio sin historial de agresión previa.
Además, se trata de un problema multifactorial que es más común entre los jóvenes de 13 a 17 años. Hay que recalcar que la violencia filio-parental no necesita lograr el daño físico y/o psicológico pretendido para producirse: simplemente el causar daño y sufrimiento a los progenitores ya puede considerarse un abuso.
¿Por qué es tan grave este tipo de violencia?
En esta situación, debemos destacar que la violencia filio-parental no es un fenómeno que pueda resolverse dentro de un ámbito privado. En los casos más graves, la violencia ejercida por los hijos/as puede llegar a afectar a su integración social y conducir a problemas escolares, laborales y en general, a la hora de relacionarse.
Tampoco hace más fácil la situación el hecho de que las víctimas (los padres) no suelen sentirse amenazadas ni lidian con consecuencias diagnosticables en muchos de los casos.
Desarrollo de la violencia filio-parental
La violencia filio-parental tiene un desarrollo progresivo, que generalmente comienza con agresiones verbales, como mentiras o insultos, y termina volviéndose más grave a través de amenazas hasta las agresiones físicas.
El objetivo de esta clase de violencia es principalmente el ejercer control y tener sensación de poder sobre los progenitores, pero no se puede descartar que exista una intencionalidad específica.
Las situaciones que se producen en la violencia filio-parental tienden a seguir un modelo cíclico que se caracteriza por una serie de fases:
- Acumulación de tensión: se produce debido a los enfrentamientos entre ambas partes. Normalmente, al no haber factores que relajen esta tensión, tiende a incrementarse. En esta fase, los progenitores se muestran suaves y conciliadores, y el hijo/a, confundiendo esto con sumisión, comienza a exigir de forma desmedida, tratando de socavar la autoridad de sus padres. Ante esto, ellos cambian su actitud a una hostil y severa.
- Explosión: en esta fase, surge la violencia descontrolada. El hijo/a aumenta la intensidad, la frecuencia y la violencia de sus ataques. En este punto, también se puede responder con violencia al estímulo de otros familiares. Los padres se paralizan y aceptan la pérdida de su autoridad. Así, el hijo/a “gana”.
- Arrepentimiento: tras la descarga, se produce un falso arrepentimiento que suele coincidir con el inicio de la primera fase, y vuelve a repetirse todo el proceso.
Tras repetir este ciclo en varias ocasiones, los padres se condicionan y pierden el control de la situación. Otras veces, la tensión acaba por derivar en violencia intrafamiliar.
Indicios del problema
Como explicábamos, se trata de un fenómeno que se inicia y va empeorando progresivamente. Los pequeños actos de desobediencia grave o desafíos pueden ser una señal relevante a la hora de prevenir el comportamiento posterior.
Entre estos actos, en cualquier parte del proceso, podemos encontrar:
- Insultos, humillaciones y mentiras.
- Golpear objetos, generalmente del hogar (puertas, mesas, etc.).
- Pérdida de autoridad o respeto hacia los progenitores.
- Chantajes emocionales y visible reducción del afecto.
Posibles causas de la violencia filio-parental
En función a varios estudios, se ha deducido que la mayoría de hijos menores que se comportan de forma violenta con sus padres han sufrido otras situaciones de violencia familiar. Otro factor importante para la aparición de este tipo de conductas es la falta de límites, supervisión y control, sumada a la pérdida de autoridad por parte de los progenitores.
¿Cuál es la solución?
Si queremos resolver el problema, debemos obviar la búsqueda de culpables. Lo ideal es intentar que todas las personas que estén implicadas encuentren su responsabilidad en el asunto, y que se muestren dispuestos a ayudar en la búsqueda de una buena solución.
Una serie de pasos que deberemos afrontar, por ejemplo, serán:
- Reflexionar acerca de las situaciones acontecidas y las reacciones que puede tener cada implicado.
- Trabajar la empatía y la negociación con el objetivo de recobrar la confianza y reconstruir (o, en ciertos casos, construir) el vínculo afectivo familiar.
¡Ojo! Esto no quiere decir que el proceso sea fácil. Precisamente por eso, es esencial la paciencia por ambas partes, y el reconocimiento y la intención de llevar a cabo actuaciones resolutivas.
¿Qué hago si mi hijo/a comienza a tener un mal comportamiento conmigo?
- Reflexionar acerca de nuestro comportamiento: no hay que olvidar que los padres son los modelos de referencia de los hijos/as.
- Tratar de abrirse y hablar del estado emocional de ambas partes. Aquí, es indispensable la empatía.
- Mantener una actitud de amor incondicional, pero sin olvidarnos de imponer límites en el comportamiento del menor.
- Además de los límites, dejar claro que hay una serie de consecuencias a sus actos.
- Proponer pequeñas metas progresivas, que hagan que el hijo/a vaya cambiando y se sienta recompensado/a al mismo tiempo.
En caso de tener la sensación de que no avanzas, o si estás preocupad@ por cómo puede desenvolverse la situación en un futuro, es importante saber que puedes pedir ayuda profesional. Contacta con nosotros sin compromiso.

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Depresión posparto: ¿todavía un tabú?
Si bien aún se espera de las mujeres embarazadas que se encuentren con mucho ánimo y totalmente felices tras dar a luz, no podemos omitir ni olvidar la existencia de la depresión posparto. Y es que, aunque el nacimiento de un bebé se relacione con alegría y en muchos casos abundancia, también puede provocar nuevos temores y ansiedades. Precisamente son estas emociones las que podrían derivar en la temida depresión.
La mayoría de las primíparas o madres primerizas suelen sentir melancolía posparto tras dar a luz. Esto generalmente incluye cambios en el ánimo, ansiedad, dificultad para dormir y episodios de llanto. Esta sensación suele empezar dos o tres días después del parto, y puede durar hasta dos semanas.
Sin embargo, hay una enorme diferencia entre esta melancolía y la depresión posparto, puesto que esta última es bastante más grave y de mayor duración. En ocasiones, incluso se puede desarrollar una variante extrema denominada psicosis posparto.
¿Qué síntomas tiene?
Los síntomas de la depresión posparto pueden oscilar dependiendo de la persona, pudiendo ser leves o graves o presentarse todos juntos o gradualmente.
Es importante diferenciar, igualmente los síntomas de la melancolía posparto y la depresión posparto, y compararlos objetivamente.
Síntomas de la melancolía posparto
Nos gustaría recordar que los síntomas de la melancolía posparto duran de unos pocos días a una o dos semanas tras el nacimiento.
- Cambios de humor.
- Tristeza y/o irritabilidad.
- Sentimiento de abrumación.
- Episodios de llanto.
- Reducción de la concentración.
- Problemas para dormir y de apetito.
Síntomas de la depresión posparto
Si bien al principio puede confundirse con la melancolía posparto, los síntomas de la depresión posparto son más intensos y duran más tiempo. Hay que tener especial cuidado, ya que incluso pueden interferir en la realización de tareas diarias o en el cuidado del bebé.
A pesar de que lo común es que los síntomas se desarrollen en las primeras semanas tras el parto, pueden comenzar antes (durante el embarazo), o más tarde (hasta un año después del nacimiento).
- Cambios de humor graves y ánimo deprimido.
- Llantos excesivos.
- Dificultad a la hora de relacionarse con el bebé.
- Aislamiento social.
- Trastornos en la alimentación (pérdida de apetito o atracones).
- Insomnio o hipersomnia.
- Fatiga o pérdida de energía.
- Reducción de interés en general.
- Irritabilidad y ataques de ira.
- Temor a no ser una buena madre y desesperanza.
- Sentimientos de inutilidad, vergüenza o culpa.
- Disminución de la concentración y la capacidad de tomar decisiones.
- Ansiedad y ataques de pánico.
- Pensamientos recurrentes de muerte, suicidio, autolesión, o lesionar al bebé.
¿Cuándo tengo que acudir a un profesional?
Se considera que se debe consultar al médico una vez se experimente cualquier síntoma de tristeza posparto, pero es especialmente importante si estos síntomas cuentan con las siguientes características:
- No desaparecen tras dos semanas.
- Dificultan la realización de tareas diarias o del cuidado del bebé.
- Incluyen pensamientos de autolesión o lesión al bebé.
Psicosis posparto
La psicosis posparto es un trastorno que suele desarrollarse la primera semana después del parto, con síntomas más graves que la depresión:
- Confusión y desorientación.
- Pensamientos obsesivos acerca del bebé.
- Alucinaciones y delirios.
- Alteraciones del sueño.
- Exceso de energía.
- Estados de agitación y nerviosismo.
- Intentos de autolesión o de lesionar al bebé.
Puesto que se trata de un trastorno que puede causar pensamientos o conductas peligrosos, requiere tratamiento inmediato.
Depresión posparto en hombres
Aunque no sea tan común, los hombres que han sido padres también pueden experimentar depresión posparto.
Los hombres con depresión posparto desarrollarán los mismos síntomas que sufren las mujeres, pero se ha comprobado que es más habitual en padres jóvenes, con historia clínica de depresión, con problemas en las relaciones o dificultades financieras.
La depresión posparto puede tener el mismo efecto en las relaciones de pareja y los niños. El apoyo y los tratamientos serán similares e igualmente beneficiosos para ambos sexos.
¿La depresión posparto me hace débil?
En ningún caso debemos tomar la depresión posparto como un defecto de carácter o una debilidad. En ocasiones es simplemente una complicación del parto que no hemos contemplado, y necesita un tratamiento inmediato.
Recuerda que la depresión posparto es un proceso completamente natural que puede ocurrirle a cualquiera.
¡Evita los tabúes y acude a tu médico para controlar los síntomas!
Si necesitas ayuda o consejo para tratar o diagnosticar la depresión posparto, puedes ponerte en contacto con nosotros.

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Persona Altamente Sensible: ¿qué es y qué no es?
En los últimos tiempos, se ha hecho bastante eco de las PAS, o Personas Altamente Sensibles. Una Persona Altamente Sensible es aquella que posee el rasgo de la “Alta Sensibilidad”. A pesar de que el término fue acuñado en los años 90, por la psicóloga Elaine Aron, las investigaciones acerca de su validez, ámbito y repercusiones no han cesado. Es más, se han llevado a cabo desde diferentes puntos de vista para delimitarlo: neurología, genética, y por supuesto, psicología. Lo que se ha deducido de estos estudios es que se trata de un rasgo innato en nada menos que entre, como mínimo, un 15 y un 30% de la población.
Hay que aclarar que, a pesar de que comúnmente se asocie a la vulnerabilidad, debilidad, fragilidad, victimismo, o incluso “cosas de mujeres”, no tiene nada que ver con eso. Nada más lejos de la realidad.
¿Qué entendemos por Persona Altamente Sensible?
La Alta Sensibilidad, por definición, es un rasgo, es decir, una característica distintiva de una persona. Este tipo de personas poseen un sistema neurosensorial más desarrollado de lo común, y, por tanto, son capaces de procesar mucha más información simultáneamente.
Hay que entender que ser PAS no es ninguna enfermedad, trastorno o patología, y que posee ventajas e inconvenientes, como cualquier otra peculiaridad. Igualmente, una persona no puede “dejar de ser PAS”, ya que como explicamos, se trata de un rasgo, que además cuenta con una importante carga genética.
Características de las PAS: D.O.E.S.
Es importante conocer y saber gestionar las características de la Alta Sensibilidad para asegurar una buena calidad de vida a la Persona Altamente Sensible.
Para considerar que una persona es PAS, tiene que contar con todas las siguientes características, resumidas en el acrónimo D.O.E.S. (D de “Deep Processing”; O de “Overstimulation”; E de “Emotional Reactivity” y S de “Sensitive to Subtleties”):
- Deep Processing (Procesamiento Profundo): se refiere a la realización de análisis exhaustivos de los pensamientos. Una Persona Altamente Sensible evalúa las situaciones globalmente, comparando toda la información a la que pueda tener acceso. Además, no lo hace de manera voluntaria, y, por ende, no tiene control sobre esta acción: toma lugar de manera innata.
- Overstimulation (Sobreestimulación): una de las características más determinantes de las PAS es la reactividad a los estímulos, que se produce de manera desmesurada en comparación con una persona no PAS. Si sumamos esto al exceso de información que reciben del entorno, en muchas ocasiones la Persona Altamente Sensible termina por sentirse abrumada o exhausta.
- Emotional Reactivity (Reactividad Emocional): definida gracias a la fRMI (resonancia magnética funcional), una tecnología del campo de la neurociencia, se ha demostrado que las personas PAS registran más actividad de lo normal en el hemisferio derecho del cerebro. En esta área se encuentran las emociones, los sentimientos y la creatividad. También se ha observado una mayor cantidad de neuronas espejo, con más actividad.
Las neuronas espejo son una clase se neuronas que se activan al ejecutar una acción o al observar la ejecución de esa acción por otro individuo. Permiten comprender los sentimientos de los demás y establecer conexiones con otras personas.
- Sensitive to Subtleties (Sensibilidad a las sutilezas): sensibilidad especial a las sutilezas y cambios del entorno. La Persona Altamente Sensible es capaz de percibir detalles que el resto pasan por alto.
¿Quieres saber si eres PAS? Realiza el test de PAS España desde aquí.
Características complementarias de la Persona Altamente Sensible
A pesar de que las D.O.E.S. son los cuatro pilares, podemos observar otras características frecuentes en las personas PAS:
- Necesitan más tiempo para adaptarse a los cambios y cosas nuevas.
- Poseen una alta sensibilidad al dolor físico y emocional.
- Tienen dificultad para soportar estímulos muy intensos (luces, sonidos, sabores u olores).
- Tienden a hiperempatizar y caer en el rol del “salvador”.
- Rechazan la violencia en todas sus formas y expresiones.
- Poseen un gran interés por desarrollarse personalmente.
- Se sienten más cómodas en grupos pequeños.
- Necesitan tener vínculos emocionales significativos, con una presencia natural del lenguaje emocional.
- Tienden a somatizar el estrés, sufriendo largos períodos de ansiedad.
Qué NO es ser PAS
Hay otras características, sin embargo, con las que se puede confundir la Alta Sensibilidad. ¡Aclaramos algunas!
- Ser una Persona Altamente Sensible no significa tener altas capacidades.
- Los PAS no tienen por qué sufrir enfermedades autoinmunes.
- Una PAS puede ser extrovertida (es más, un 30% lo son).
- Las Personas Altamente Sensibles no son “videntes”, ni están obligadas a ser “espirituales”.
- La Alta Sensibilidad no es un sinónimo de susceptibilidad, debilidad, etc. Tampoco se relaciona con la hipersensibilidad.
¿Cómo es la vida de una Persona Altamente Sensible?
Incluso contando con numerosas investigaciones y habiéndose demostrado sus teorías, a día de hoy todavía existe un gran desconocimiento general sobre las Personas Altamente Sensibles.
Es cierto que, en cierto punto, ser una persona PAS tiene sus ventajas: la vida es más intensa, sin duda. Sin embargo, lidiar con los contras de serlo quizá disminuya esa parte positiva.
¿Qué tiene de bueno?
Una PAS debe aprender a tomar conciencia de cómo es, a valorar positivamente sus aptitudes y, sobre todo, a despresurizar la información excesiva que recibe. Una vez hemos resuelto esta parte, contamos con varios puntos fuertes:
- Las personas PAS tienen una gran capacidad de escucha y empatía, lo que facilita sobremanera la creación y mantenimiento de relaciones interpersonales.
- Disfrutan de su espacio de soledad y son capaces de recuperar su equilibrio biológico antes de someterse a otra sesión de excitabilidad.
- Debido a su gran gestión de la información, las PAS poseen una habilidad de análisis más profunda y precisa. También pueden desarrollar pensamientos deductivos en profundidad.
- Una PAS siempre tomará partido ante una injusticia, y de la misma manera, pondrá todo de su parte para ser colaborativa.
¿Cuál es la parte “mala”?
Esta “sensibilidad desmedida” también cuenta con una serie de puntos débiles, a los cuales hay que aprender a hacer frente de la mejor manera posible.
- De forma habitual, al recibir una gran cantidad de estímulos sensoriales a lo largo del día, la Persona Altamente sensible termina por saturarse, sufriendo bloqueos y estrés continuo.
- Al experimentar profundamente todas las emociones, también experimentan de la misma manera los aspectos negativos, lo que puede conducir a tristeza, impotencia, o incluso a depresiones.
- Una persona PAS necesita breves períodos de descanso tras la exposición continuada a estímulos.
NAS o Niños Altamente Sensibles
Dado que la etapa infantil es crucial para el desarrollo desde cualquier punto de vista, es importante saber reconocer los signos de que un niño pueda contar con el rasgo de la Alta Sensibilidad. Éste se manifiesta desde las primeras etapas vitales, y parece tener un componente genético determinante.
Es fácil que un NAS experimente estrés frecuente, dado que también presentan las D.O.E.S. y se pueden sobresaturar fácilmente. Suele tratarse de niños inteligentes y creativos, con poco control sobre sus emociones, y que parecen abrumarse ante los nuevos entornos. Estos niños, pese a lo que se pueda pensar, no tienen problemas de sociabilidad.
¿Cómo tratar a un NAS?
En primer lugar, es importante no colocar “etiquetas”. Hay que explicarle al pequeño que posee una serie de habilidades y características únicas, que le hacen especial. La mejor alternativa para explicar la Alta Sensibilidad es referirse a la “capacidad de sentir”, reforzando la existencia de personas que sienten con mayor intensidad.
Después, es importante evitar la exposición a un gran número de estímulos; facilitarle el descanso; tener paciencia e intentar comprenderle son los puntos clave de la educación de un Niño Altamente Sensible. Establecer límites mediante recompensas puede ayudarles a lidiar con su vida cotidiana, y el enseñarles a resolver problemas también se consideran tareas básicas para los padres de un NAS.

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Ludopatía: el problema del juego
Para comenzar, es necesario definir lo que entendemos por ludopatía. La ludopatía o juego patológico es una enfermedad que se caracteriza por la adicción y el impulso irrefrenable de jugar. La ludopatía se produce en los juegos que tienen capacidad adictiva, es decir, en los que transcurre poco tiempo entre la apuesta y el premio conseguido. Es importante recalcar que no todas las personas que juegan desarrollan una adicción al juego. Igualmente, existen personas no adictas que también hacen un mal uso de los juegos de azar.
¿Y por qué se apuesta? Las apuestas pueden estimular los sistemas cerebrales de recompensa, y causar adicción.
A día de hoy, estos juegos se pueden desarrollar en locales físicos y en sus alternativas virtuales en Internet: casinos, salas de apuestas, etc. Este tipo de adicciones, es decir, sin sustancia, suelen pasar más inadvertidas y ser más aceptadas por la sociedad.
La edad de inicio de los jugadores es cada vez más temprana, sobre todo en Internet. Este aumento de cifras se ve sustentado, en parte, por la imagen de las personas influyentes que se prestan para asociar el juego a algo positivo.
Fases de la ludopatía
Es posible que una persona nazca o crezca con propensión a desarrollar ludopatía, pero no se desarrolla espontáneamente. Cuenta con un proceso con una serie de etapas:
- Fase de ganancias: el éxito continuo lleva al paciente a creer que es especial, con habilidades o suerte únicas, y se llega a creer que puede cambiar su vida gracias al juego. Esta primera etapa es decisiva para la generación de las siguientes, puesto que el impacto es demoledor.
- Fase de pérdida: el jugador comienza a perder, y ante cada pérdida, el jugador trata de apostar lo suficiente como para recuperar las pérdidas. En esta etapa, las relaciones sociales comienzan a resultar un estorbo.
- Fase de desesperación: en esta etapa, comienza a generarse la desesperación por conseguir el dinero para sus deudas. La ansiedad y la angustia se disparan.
- Fase de agotamiento: esta etapa es la más peligrosa. El jugador sabe que perderá, pero no logra abstenerse de jugar de nuevo. Podría empezar a sopesar, incluso, el suicidio.
¿Por qué la ludopatía es tan grave?
Este tipo de apuestas causan estragos en los núcleos familiares y en las relaciones sociales, principalmente mediante el efecto dominó que se produce y afecta a todas las áreas significativas de la persona, llegando a perjudicar al paciente incluso laboralmente. En las últimas décadas, la ludopatía es la adicción sin sustancia más atendida en los centros de salud.
La adicción puede impactar de forma diferente en cada familia, pero algunas de las consecuencias más habituales son:
- Problemas emocionales y psicológicos en todos los miembros de la familia.
- Deterioro de las dinámicas familiares.
- Minimización y/o ocultación del problema.
- Problemas económicos y legales.
- Problemas laborales y académicos.
- Conflictos asociados directamente al problema.
- Aparición de otras adicciones, para hacer la principal o sus consecuencias psicológicas más llevaderas.
- Mal estado de salud general.
- Suicidio, intentos de suicidio o pensamientos suicidas.
Síntomas e indicadores de ludopatía
- En primer lugar, presentar los mismos rasgos que un adicto: repetición de una conducta o acción que resulta placentera; pérdida del control; o síndrome de abstinencia si se interrumpe el hábito.
- Problemas económicos repentinos.
- Mostrarse preocupado por las apuestas, por ejemplo, planificando continuamente cómo ganar más.
- Necesidad de apostar sumas cada vez más altas (y, sin embargo, lograr la misma emoción).
- Mostrar inquietud o irritabilidad al intentar reducir las apuestas.
- Apostar para escapar de los problemas o aliviar sentimientos negativos.
- Intentar recuperar las pérdidas con más apuestas.
- Ocultar la magnitud de las apuestas a su entorno.
- Poner en peligro o perder relaciones importantes debido a las apuestas.
- Recurrir al robo o fraude para recuperar las pérdidas.
- Pedir a otras personas que se hagan cargo de tus problemas económicos a causa de las apuestas.
Sin embargo, a diferencia de los apostadores ocasionales, las personas que sufren ludopatía no pueden evitar seguir jugando, generando un patrón que se vuelve cada vez más destructivo con el tiempo.
Algunas personas pueden tener períodos de remisión, en los que reducen la cantidad de apuestas durante un tiempo. Sin tratamiento, esta remisión es meramente temporal.
Factores de riesgo
A pesar de que la mayoría de las personas que juegan no suelen desarrollar un problema, hay ciertos factores que cada vez, están más asociados a la ludopatía:
- Trastornos de salud mental. Las personas sensibles son personas que ya pueden arrastrar problemas con el abuso de sustancias, trastornos de personalidad, depresión o ansiedad, aunque también puede asociarse a otros trastornos.
- La ludopatía es más frecuente en personas jóvenes y de mediana edad, y también es más frecuente en hombres que en mujeres.
- Influencia de familiares o amigos.
- Ciertos medicamentos llamados agonistas dopaminérgicos pueden tener un efecto secundario poco frecuente, que produce conductas compulsivas.
- Ciertas características de la personalidad: la competitividad, adicción al trabajo, impulsividad, inquietud, o una persona que se aburre fácilmente.
- Propensión a hacerse adicto en caso de haberse expuesto al juego.
- Problemas de inestabilidad psicológica o con problemas personales y sociales.
- Estructura del juego y publicidad: dependiendo del juego, puede tener más o menos componentes adictivos. Además, la publicidad de la que disponga puede incluso reforzar la idea de que realmente el juego puede ser una solución.
- Factores específicos actuales: conexión las 24h del día a Internet; la carencia de filtros en los contenidos para menores; la falta de límites por parte de los adultos a cargo; la nomofobia, o dependencia patológica del teléfono móvil; o el ocio excesivo.
- A día de hoy, las casas de apuestas funcionan también como lugares de socialización, y algunas están ubicadas incluso cerca de centros educativos.
Hay que tener en cuenta que la ludopatía se desarrolla de forma diferente en función de la predisposición.
¿Cuál es el tratamiento más adecuado para la ludopatía?
El tratamiento para la ludopatía puede resultar complejo. En parte, esto puede deberse a la dificultad de los pacientes para admitir que tienen un problema.
El tratamiento puede incluir los siguientes enfoques:
- La terapia conductual o la terapia cognitiva conductual pueden ser muy útiles. La terapia conductual utiliza la exposición sistemática a la conducta negativa y ayuda con estrategias para reducir la adicción. Por otro lado, la terapia cognitiva conductual se enfoca en identificar las creencias dañinas, y a reemplazarlas por otras positivas y sanas. También puede ayudar la terapia familiar.
- Los medicamentos, como antidepresivos y estabilizadores del estado de ánimo pueden ayudar a solucionar los trastornos contiguos a la ludopatía, e incluso ser eficaces en la disminución de las conductas ludopáticas.
- Grupos de autoayuda.
Los jóvenes: el nuevo grupo de riesgo
Actualmente, la ludopatía online afecta a 3 jóvenes por cada adulto, según un estudio realizado por la organización Proyecto Hombre de León. Este mismo estudio ha revelado que los jóvenes participan en actividades relacionadas con la ludopatía incluso con más frecuencia que otros comportamientos considerados por la sociedad como adictivos. La proliferación de los juegos de azar y apuestas en Internet ha hecho que la edad a la que comienzan a apostar los jóvenes disminuya, facilitándoles no solo el acceso, sino todo el proceso inherente al juego en sí.
El problema, además, es que los jóvenes no suelen admitir su problema, y por tanto, muy pocos buscan tratamiento o simplemente consejo profesional.
En estos casos, lo más adecuado es tratar de detectar lo más temprano posible las conductas adictivas. Hay tres indicios clave:
- Excesivo interés por el juego: una de las modalidades más comunes son las apuestas deportivas. Si el joven se muestra con ansiedad, podemos generar una sospecha sólida.
- Mentir para cubrir la adicción al juego: mentir sobre si juegan, cuándo, cuánto y dónde juegan, también es un indicio importante.
- Problemas con el dinero: de repente, a la persona comienza a faltarle dinero, y puede pedirlo, sorprenderle robando, etc.

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Depresión en adolescentes II: las autolesiones
Tras la definición y explicación del problema de la depresión en adolescentes en el artículo anterior, ahora vamos a ahondar en una de sus señales más perceptibles: las autolesiones.
La autolesión no suicida (generalmente llamada autolesión), se define como el acto de dañarse deliberadamente el propio cuerpo. Estos daños se pueden producir de diversas maneras: cortes (cutting), quemaduras… Normalmente, no pretende transformarse ni ser un intento de suicidio, si no una forma errónea de enfrentar sentimientos negativos. Así, no se considera una conducta suicida.
¿Y por qué se recurre a la autolesión? A pesar de que en un primer momento la idea nos cause rechazo (y debe ser así, ya que se trata de un comportamiento instintivo), la autolesión puede traer consigo una sensación de calma y liberación de tensión momentáneas. Habitualmente, tras sufrir esta autolesión, aparecen la culpa, la vergüenza, y vuelven también los sentimientos negativos. Este comportamiento, además, conlleva la posibilidad de acciones más agresivas o graves contra uno mismo llegando incluso a ser mortales. Actualmente, según los estudios, puede darse en una frecuencia del 8% al 14% en adolescentes, y más en mujeres que en hombres.
Este tipo de lesiones suelen darse en privado, y se realizan de manera controlada o hasta en forma de rituales, que a menudo, deja patrones específicos sobre la piel. Suelen darse mayoritariamente en brazos, piernas y la parte frontal del torso, pero se consideran autolesiones en cualquier parte del cuerpo. El enfado o la ira puede desatar el impulso de la autolesión, de manera que muchas personas lo hacen unas cuantas veces, y después, se detienen. Si bien sigue siendo preocupante, el peligro principal es que se convierta en un comportamiento repetitivo a largo plazo.
¿Cómo podemos intuir lo que ocurre?
Los signos y síntomas de las autolesiones pueden incluir:
- Heridas: normalmente, en determinados patrones. Suelen ser cortes, arañazos, hematomas, marcas de mordeduras… También se puede recurrir al frotamiento excesivo de un área para crear una quemadura.
- Mantener siempre al alcance objetos peligrosos: cuchillos, navajas, tijeras…
- Utilizar ropa que oculta el cuerpo, incluso cuando la temperatura es alta.
- Aumento de las lesiones accidentales.
- Dificultades a la hora de establecer o mantener relaciones interpersonales.
- Inestabilidad emocional, impulsividad e imprevisibilidad.
- Declaraciones de frustración, falta de valor, tristeza o desesperanza.
- Aislamiento social: el adolescente puede mostrarse más callado que de costumbre, o intentar pasar desapercibido en la vida cotidiana.
Hay ciertos factores de riesgo, además, que pueden aumentar la probabilidad de que se produzca el comportamiento autolesivo:
- Entorno con personas que se autolesionan.
- Problemas emocionales o de salud mental, y especialmente, la depresión.
- Abuso de alcohol y/u otras sustancias.
¿Qué autolesiones existen?
- Cutting: generalmente, cortes o rasguños profundos, realizados con objetos afilados. Este tipo de autolesiones son especialmente peligrosas, ya que cuantas más veces se haya cortado la persona, más necesidad tendrá de hacerlo.
- Quemaduras: con cerillas o cigarrillos, con agua hirviendo, o con otros objetos calientes.
- Grabación de palabras y/o símbolos en la piel.
- Golpearse a sí mismo, sobre todo en la cabeza.
- Perforación de la piel.
- Inserción de objetos bajo la piel.
- Ingesta de elementos venenosos.
- Dermatilomanía: frenar la cicatrización de las heridas.
- Tricotilomanía: impulso por arrancarse vello del cuerpo.
Cualquiera de las conductas mencionadas se agrava con el consumo de alcohol y otras sustancias.
En función de la gravedad de las conductas autolesivas, podemos clasificar las autolesiones eh:
- Comportamientos autolesivos estereotipados: pueden realizarse en cualquier lugar y variar la gravedad de las lesiones.
- Comportamientos autolesivos mayores: implican algún tipo de amputación. Asociados a psicopatología grave y psicótica.
- Comportamientos autolesivos compulsivos: repetitivos y ritualizados, se dan múltiples veces al día.
- Comportamientos autolesivos impulsivos: existencia de preocupación a la hora de autoagredirse. Produce ansiedad y sensación de alivio posteriormente.
Causas de la autolesión
En primer lugar, hay que tener en cuenta que es muy poco probable que las autolesiones se den por una causa única. Normalmente, son el resultado de la combinación de varios factores:
- Existencia de una depresión.
- Falta de capacidad para afrontar ciertas situaciones: por ejemplo, a la hora de afrontar el dolor de forma saludable.
- Dificultad para controlar y/o gestionar las emociones: intentar controlar o reducir el estrés o la angustia; distraerse de emociones negativas; la evasión del sentimiento de vacío; comunicar sentimientos de depresión o ansiedad; autocastigo…
- Autorechazo: pobre imagen corporal, autoestima baja…
En resumen, en la mayoría de las ocasiones, las autolesiones son fruto de una mala regulación emocional. Ya que los adolescentes todavía se encuentran en una etapa temprana y que, además, es de las más complicadas de la vida, no han aprendido a regular correctamente las emociones y, por tanto, no cuentan con las herramientas o la experiencia necesarias para afrontar los sentimientos negativos.
Cómo actuar ante las autolesiones
Cuando descubrimos este comportamiento negativo en una persona de nuestro entorno, al inicio podemos actuar con sorpresa o temor. Lo primero que hay que hacer es tomar el asunto con seriedad, y establecer una comunicación con el sujeto. En caso de que no responda adecuadamente, debemos obtener ayuda de emergencia, en base a la gravedad de la situación y de las lesiones. Hay que evitar a toda costa los ultimátum, ya que podrían empeorar la conducta del adolescente.
El tratamiento psicológico para esta conducta es, tal y como en la depresión, la psicoterapia, combinada con medicación psiquiátrica. El objetivo principal del tratamiento es identificar el motivo de esta autoagresión y enseñar al adolescente a gestionar correctamente sus emociones y sus problemas.

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Depresión en adolescentes I: un problema emergente
Si bien la depresión es un problema de salud mental grave y, desgraciadamente, común, a día de hoy es especialmente preocupante en los adolescentes, donde se considera que entre el 5% y el 10% podrían recibir este diagnóstico.
La depresión se caracteriza por un sentimiento de tristeza constante y la pérdida de interés a la hora de realizar diversas actividades, dificultando el tener una vida normal y realizar actividades habituales. Esto afecta la manera en la que la persona que la sufre piensa, se siente y se comporta, pudiendo provocar problemas emocionales, funcionales y físicos. Sin embargo, sus síntomas entre adolescentes pueden ser muy diferentes a los de los adultos.
La adolescencia es una etapa de crisis vital, con una desregulación emocional y un desajuste de conciencia, y por tanto, es una de las etapas de mayor riesgo de inicio de la depresión. Esta depresión se puede ver motivada por la presión de sus compañeros, las expectativas que se les imponen, o los cambios corporales. A pesar de que para muchos adolescentes este sentimiento de tristeza es temporal, en ocasiones, puede esconder algo mucho más importante.
¿Cómo podemos distinguir la depresión en adolescentes?
Cambios emocionales
- Sentimientos de tristeza: por ejemplo, episodios de llanto sin razón aparente.
- Ira o frustración.
- Sentimientos de vacío o desesperanza.
- Estado de ánimo cambiante: generalmente, el adolescente se encuentra irritado.
- Pérdida del interés en la realización de actividades comunes.
- Pérdida de interés o conflictos con amigos y familiares.
- Baja autoestima: falta de valoración en sí mismo, o incluso culpa.
- Fijación en sus errores, autoinculpación o autocrítica exagerada.
- Aumento de la sensibilidad ante el rechazo o fracaso, y gran necesidad de aprobación.
- Dificultad para concentrarse, tomar decisiones, recordar cosas…
- Pensamientos recurrentes acerca de la muerte o el suicidio.
Cambios de comportamiento
- Pérdida de energía.
- Insomnio o hipersomnia.
- Cambios en el apetito.
- Consumo de alcohol y/u otras sustancias.
- Agitación o intranquilidad.
- Lentitud a la hora de hablar, pensar o moverse.
- Dolores de cabeza o quejas acerca de los mismos.
- Aislamiento social.
- Mal rendimiento o ausencias escolares.
- Reducción de la higiene o el cuidado en la apariencia personal.
- Cambios de comportamiento: irritabilidad, perturbación, etc.
- Autolesiones.
- Intentos de suicidio o planificación del mismo.
Si sospechamos que el adolescente sufre alguno o varios de estos cambios, lo mejor es hablar con él acerca de sus sentimientos y las cosas que pueden sucederle en el hogar o la escuela. Además, también sería necesario comunicárselo al médico del adolescente, e incluso llegar a realizarle una evaluación para detectar la depresión.
¿Qué causa la depresión?
La depresión puede ser motivada por un sinfín de factores, pero hay algunos que suelen ser comunes:
- Química cerebral: cuando los neurotransmisores (sustancias químicas del cerebro) son anómalos o deficientes, las funciones del sistema nervioso cambian y pueden dar origen a la depresión.
- Hormonas: los cambios hormonales pueden involucrarse en la causa de la depresión.
- Rasgos heredados: la depresión es más común en personas cuyos familiares de sangre también la sufren.
- Eventos estresantes en la infancia: determinados eventos traumáticos durante la niñez pueden causar cambios en el cerebro, y hacer a una persona más susceptible a la depresión.
- Patrones de pensamiento negativo aprendidos: en el caso de los adolescentes, la depresión puede estar relacionada con aprender a sentirse frustrados o desesperanzados en lugar de capaces.
Factores de riesgo
Además de las causas comunes, hay ciertos factores de riesgo que influyen a la hora de desarrollar esta enfermedad:
- Problemas personales: la obesidad, el bullying, o los problemas académicos.
- Conflictos familiares o familias disfuncionales: especialmente cuando se produce violencia en el hogar.
- Enfermedades adyacentes: el padecimiento de otras enfermedades de salud mental, dolores continuos u otras enfermedades físicas crónicas.
- TDAH: sufrir deficiencias de aprendizaje o déficit de atención.
- Ciertos rasgos de personalidad: baja autoestima, dependencia, autocrítica excesiva o el pesimismo.
- Abuso de alcohol, nicotina u otras sustancias.
- Sexualidad diversa: el ser diferente en un entorno que lo rechaza.
¿La depresión se puede prevenir?
Realmente, no podemos asegurar que exista una manera de prevenir la depresión. Sin embargo, sí que existen algunas estrategias que pueden ayudarnos. Por ejemplo:
- Hábitos saludables: el promover ciertas conductas, como una dieta saludable, el ejercicio, o la construcción de relaciones positivas, puede ayudar a mejorar el comportamiento del adolescente.
- Seguridad y protección: en este caso, es importante la iniciación o la mejora de la comunicación con el adolescente, en la forma que pudiera serle más cómoda, y siempre sin presionar ni forzar la situación ni a él mismo.
- Control del estrés: podemos ayudar al adolescente a aumentar su resiliencia y mejorar su autoestima. El aprendizaje o el fomento de técnicas de relajación, entendimiento y adaptación es muy importante durante estas edades.
- Apoyos: buscar y ofrecer apoyo por parte de los amigos y familiares.
- Tratamiento y plan de seguridad: ante la primera señal del problema, debemos acudir ante un profesional, para evitar la situación más grave. Además, deberemos seguir estrictamente las recomendaciones de dicho profesional.
¿Qué tratamientos existen para la depresión en adolescentes?
Generalmente, la depresión en adolescentes puede tratarse con psicoterapia o terapia de conversación, o una combinación de la misma y medicamentos.
Psicoterapia
La terapia de conversación, también llamada apoyo psicológico, es capaz de ayudar a comprender y controlar los sentimientos y el estado de ánimo. Para realizarla, hay que acudir a un terapeuta, y expresar claramente las emociones. Hay dos tipos concretos que pueden ayudar con más facilidad:
- Terapia cognitiva conductual: este tipo de terapia ayuda a identificar y cambiar los pensamientos negativos y a desarrollar habilidades para enfrentar los problemas y cambiar patrones de comportamiento.
- Terapia interpersonal: el objetivo de esta terapia es mejorar las relaciones sociales. Ayuda a comprender y trabajar las relaciones problemáticas, y cambiar los comportamientos que pueden causar problemas. Además, es capaz de explorar los problemas adyacentes a la depresión.
Medicamentos
En algunas ocasiones, es necesario utilizar ciertos medicamentos además de la psicoterapia. En caso de seguir este tipo de tratamientos, es importante visitar al profesional médico con frecuencia. Sin embargo, hay que tener en cuenta que ciertas medicaciones pueden causar efectos secundarios en adolescentes, y sobre todo por eso, especialmente durante los primeros días, se debe estudiar el comportamiento del adolescente.

BY: Pilar Gomez
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trastornos conductuales y emocionales en niños
Los trastornos conductuales y emocionales en niños aumentan en los centros escolares con el paso del tiempo. Estos han de ser controlados por un especialista clínico o sanitario para poder conseguir los objetivos propuestos, que en cada caso serán diferentes, y poder así facilitar la vida de sus familiares, quienes suelen sufrir tanto o mas que ellos.
Es esencial realizar un buen diagnóstico para garantizar efectividad en el tratamiento. Desde nuestro centro realizamos intervenciones a nivel familiar que agilizan el proceso.
Algunos de los trastornos más comunes en edad infantil suelen ser la depresión, ansiedad, TOC (trastorno obsesivo compulsivo), TDAH y trastorno negativista-desafiante.
Otros no son considerados trastornos pero si afectan de manera más acusada al aprendizaje como la dislexia, el déficit de atención, discalculia, y dificultad de comprensión.
Todos ellos se pueden tratar con un alto porcentaje de éxito, pero si es importante intervenir antes de que el trastorno o problema de aprendizaje genere mas malestar en la persona que lo sufre. Por eso recomendamos contactar con psicólogos sanitarios ante sospechas de pequeños síntomas.
www.psicologasantander.es

BY: Pilar Gomez
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¿Cómo saber si debo acudir al psicólogo?
¿Cómo saber si debo acudir al psicólogo?.
Muchas personas la primera vez que vienen tienen muchas dudas antes de acudir a terapia, normalmente dicen frases del tipo “no sé si lo mío es de psicólogo”, “quizás no debería estar aquí”, “creo que no necesito un psicólogo porque no estoy loco”…Etc.
Lo cierto es que ir al psicólogo no es de locos. Una persona debería acudir a sesiones clínicas cuando percibe que no logra hacer su vida con normalidad, ya sea por miedo, ansiedad, tristeza, depresión, celos, problemas de pareja, mala comunicación, escasas habilidades sociales, dificultad en el aprendizaje, falta de objetivos y valores, estancamiento del duelo, baja autoestima, poca motivación, etc.
No importa tanto cómo sea la situación real que este viviendo la persona sino cómo la interpreta, lo que piensa, siente y hace en relación a ella. Nadie ve raro que alguien vaya al médico si se hace un esguince, es fácil intuir que esa persona sufre si no se trata a tiempo. Sin embargo todavía nos cuesta asimilar que otra persona pueda sufrir tanto o más que la que tienen un esguince por un dolor que no se ve, que no se percibe de forma visual.
Es necesario normalizar el hecho de ir al psicólogo para romper con las etiquetas de “loco”, “tarado”, “débil de mente” y poder entender que un psicólogo siempre nos va ayudar a superar los obstáculos que notemos en nuestra rutina diaria mediante pautas y técnicas terapéuticas. Podemos asemejar la figura del psicólogo a la de un catalizador que nos ayuda a dar el cambio necesario para encontrarnos bien con nosotros mismos.
www.psicologasantander.es.
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