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Si bien la depresión es un problema de salud mental grave y, desgraciadamente, común, a día de hoy es especialmente preocupante en los adolescentes, donde se considera que entre el 5% y el 10% podrían recibir este diagnóstico.

La depresión se caracteriza por un sentimiento de tristeza constante y la pérdida de interés a la hora de realizar diversas actividades, dificultando el tener una vida normal y realizar actividades habituales. Esto afecta la manera en la que la persona que la sufre piensa, se siente y se comporta, pudiendo provocar problemas emocionales, funcionales y físicos. Sin embargo, sus síntomas entre adolescentes pueden ser muy diferentes a los de los adultos.

La adolescencia es una etapa de crisis vital, con una desregulación emocional y un desajuste de conciencia, y por tanto, es una de las etapas de mayor riesgo de inicio de la depresión. Esta depresión se puede ver motivada por la presión de sus compañeros, las expectativas que se les imponen, o los cambios corporales. A pesar de que para muchos adolescentes este sentimiento de tristeza es temporal, en ocasiones, puede esconder algo mucho más importante.

¿Cómo podemos distinguir la depresión en adolescentes?

Cambios emocionales

  • Sentimientos de tristeza: por ejemplo, episodios de llanto sin razón aparente.
  • Ira o frustración.
  • Sentimientos de vacío o desesperanza.
  • Estado de ánimo cambiante: generalmente, el adolescente se encuentra irritado.
  • Pérdida del interés en la realización de actividades comunes.
  • Pérdida de interés o conflictos con amigos y familiares.
  • Baja autoestima: falta de valoración en sí mismo, o incluso culpa.
  • Fijación en sus errores, autoinculpación o autocrítica exagerada.
  • Aumento de la sensibilidad ante el rechazo o fracaso, y gran necesidad de aprobación.
  • Dificultad para concentrarse, tomar decisiones, recordar cosas…
  • Pensamientos recurrentes acerca de la muerte o el suicidio.

Cambios de comportamiento

  • Pérdida de energía.
  • Insomnio o hipersomnia.
  • Cambios en el apetito.
  • Consumo de alcohol y/u otras sustancias.
  • Agitación o intranquilidad.
  • Lentitud a la hora de hablar, pensar o moverse.
  • Dolores de cabeza o quejas acerca de los mismos.
  • Aislamiento social.
  • Mal rendimiento o ausencias escolares.
  • Reducción de la higiene o el cuidado en la apariencia personal.
  • Cambios de comportamiento: irritabilidad, perturbación, etc.
  • Autolesiones.
  • Intentos de suicidio o planificación del mismo.

Si sospechamos que el adolescente sufre alguno o varios de estos cambios, lo mejor es hablar con él acerca de sus sentimientos y las cosas que pueden sucederle en el hogar o la escuela. Además, también sería necesario comunicárselo al médico del adolescente, e incluso llegar a realizarle una evaluación para detectar la depresión.

¿Qué causa la depresión?

La depresión puede ser motivada por un sinfín de factores, pero hay algunos que suelen ser comunes:

  • Química cerebral: cuando los neurotransmisores (sustancias químicas del cerebro) son anómalos o deficientes, las funciones del sistema nervioso cambian y pueden dar origen a la depresión.
  • Hormonas: los cambios hormonales pueden involucrarse en la causa de la depresión.
  • Rasgos heredados: la depresión es más común en personas cuyos familiares de sangre también la sufren.
  • Eventos estresantes en la infancia: determinados eventos traumáticos durante la niñez pueden causar cambios en el cerebro, y hacer a una persona más susceptible a la depresión.
  • Patrones de pensamiento negativo aprendidos: en el caso de los adolescentes, la depresión puede estar relacionada con aprender a sentirse frustrados o desesperanzados en lugar de capaces.

Factores de riesgo

Además de las causas comunes, hay ciertos factores de riesgo que influyen a la hora de desarrollar esta enfermedad:

  • Problemas personales: la obesidad, el bullying, o los problemas académicos.
  • Conflictos familiares o familias disfuncionales: especialmente cuando se produce violencia en el hogar.
  • Enfermedades adyacentes: el padecimiento de otras enfermedades de salud mental, dolores continuos u otras enfermedades físicas crónicas.
  • TDAH: sufrir deficiencias de aprendizaje o déficit de atención.
  • Ciertos rasgos de personalidad: baja autoestima, dependencia, autocrítica excesiva o el pesimismo.
  • Abuso de alcohol, nicotina u otras sustancias.
  • Sexualidad diversa: el ser diferente en un entorno que lo rechaza.

¿La depresión se puede prevenir?

Realmente, no podemos asegurar que exista una manera de prevenir la depresión. Sin embargo, sí que existen algunas estrategias que pueden ayudarnos. Por ejemplo:

  • Hábitos saludables: el promover ciertas conductas, como una dieta saludable, el ejercicio, o la construcción de relaciones positivas, puede ayudar a mejorar el comportamiento del adolescente.
  • Seguridad y protección: en este caso, es importante la iniciación o la mejora de la comunicación con el adolescente, en la forma que pudiera serle más cómoda, y siempre sin presionar ni forzar la situación ni a él mismo.
  • Control del estrés: podemos ayudar al adolescente a aumentar su resiliencia y mejorar su autoestima. El aprendizaje o el fomento de técnicas de relajación, entendimiento y adaptación es muy importante durante estas edades.
  • Apoyos: buscar y ofrecer apoyo por parte de los amigos y familiares.
  • Tratamiento y plan de seguridad: ante la primera señal del problema, debemos acudir ante un profesional, para evitar la situación más grave. Además, deberemos seguir estrictamente las recomendaciones de dicho profesional.

¿Qué tratamientos existen para la depresión en adolescentes?

Generalmente, la depresión en adolescentes puede tratarse con psicoterapia o terapia de conversación, o una combinación de la misma y medicamentos.

Psicoterapia

La terapia de conversación, también llamada apoyo psicológico, es capaz de ayudar a comprender y controlar los sentimientos y el estado de ánimo. Para realizarla, hay que acudir a un terapeuta, y expresar claramente las emociones. Hay dos tipos concretos que pueden ayudar con más facilidad:

  • Terapia cognitiva conductual: este tipo de terapia ayuda a identificar y cambiar los pensamientos negativos y a desarrollar habilidades para enfrentar los problemas y cambiar patrones de comportamiento.
  • Terapia interpersonal: el objetivo de esta terapia es mejorar las relaciones sociales. Ayuda a comprender y trabajar las relaciones problemáticas, y cambiar los comportamientos que pueden causar problemas. Además, es capaz de explorar los problemas adyacentes a la depresión.

Medicamentos

En algunas ocasiones, es necesario utilizar ciertos medicamentos además de la psicoterapia. En caso de seguir este tipo de tratamientos, es importante visitar al profesional médico con frecuencia. Sin embargo, hay que tener en cuenta que ciertas medicaciones pueden causar efectos secundarios en adolescentes, y sobre todo por eso, especialmente durante los primeros días, se debe estudiar el comportamiento del adolescente.

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Pilar Gómez Ruiz
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