Si bien en un primer momento podemos no encontrar demasiada afinidad entre estas dos áreas, lo cierto es que la psicología y la nutrición se relacionan e incluso se complementan, debido a que nuestra salud mental puede afectar nuestra alimentación, y/o viceversa.
Por ello, la relación de las personas y la alimentación es un motivo más de estudio para los psicólogos, ya que el vínculo tiene mucho que ver con problemas físicos y mentales.
Hay que tener en cuenta que una buena nutrición es un elemento fundamental para gozar de una buena salud. La mala nutrición puede conllevar una reducción de la inmunidad del cuerpo y otras alteraciones físicas y mentales.
Por su parte, la psicología puede mejorar la adherencia a una dieta, pudiendo el profesional prestar sus servicios para que los individuos logren cambiar su conducta y/o estilo de vida.
¿Qué es la alimentación emocional?
La relación entre las emociones y la nutrición se encuentra muy definida, ya que, en momentos de inestabilidad emocional, solemos consumir alimentos grasos, lo que provoca un desequilibrio en nuestra dieta. A utilizar la alimentación como calmante de nuestro estado emocional, podemos llamarlo alimentación emocional.
Cuando los sentimientos comienzan a controlarnos o sobrepasarnos, la mente busca canales de expresión, para indicar que algo no está funcionando como debería. Esta alerta, en el caso de la alimentación, puede observarse como:
- Inapetencia o falta de ganas de comer.
- Necesidad imperiosa de perder peso, o distorsión de nuestra propia imagen.
- Incapacidad para ganar peso.
- Compulsión ante la comida (atracones, por ejemplo). En este caso, es más habitual su presencia en la adolescencia y en la edad adulta. Suelen venir determinadas por trastornos depresivos, ira, tristeza severa, aburrimiento, ansiedad, estrés, o abuso de ciertas sustancias.
- Otros desórdenes alimentarios.
¿Cómo podemos utilizar la nutrición de forma positiva?
La relación entre ciertos alimentos y nuestro estado de ánimo puede definirse como un vínculo causal, de manera que una dieta pobre puede aumentar el riesgo a sufrir depresión, mientras que una alimentación saludable puede mejorar el ánimo considerablemente.
Esa falta de voluntad o vitalidad que mucha gente sufre (normalmente a causa del estrés, desgaste o incluso rutina), se puede paliar de manera natural si incluimos en la dieta alimentos que favorezcan la producción de serotonina; ricos en ácidos grasos omega 3 o que contienen triptófano.
¿Qué alimentos mejoran nuestro bienestar?
- Chocolate: tiene la capacidad de aumentar la producción de serotonina. Sin embargo, hay que tener cuidado con su alto contenido calórico.
- Yogur: aumenta la cantidad de Lactobacillus (bacteria de la fermentación), cuya pérdida es causada por el estrés.
- Nueces, nueces de Brasil y demás frutos secos: además de proteger la salud cardiovascular, su contenido en grasas vegetales, omega 3, magnesio, triptófano y selenio, contribuyen a hacernos sentir mejor.
- Pavo: también cuenta con grandes cantidades de triptófano (estimula la producción de serotonina). Puede sustituirse por pollo, pero la cantidad de triptófano sería mucho menor.
- Café: su contenido en cafeína aumenta nuestra capacidad de atención, y tiene un efecto protector a la hora de controlar el estrés.
- Chile: los alimentos picantes también son considerador una ayuda en la mejora de los síntomas de la depresión. Es un alimento termogénico (aumenta la circulación sanguínea y aporta capsaicina, que hace que el cerebro genere más endorfinas).
- Salmón y atún: posee una gran cantidad de grasas poliinsaturadas, como el omega 3. También aparece en anchoas o sardinas, pero en menor cantidad.
- Leche: gran fuente de vitamina D, presente en pocos alimentos. Puede sustituirse por queso, cereales, o pescados en conserva.
- Huevo: rico en triptófano. Puede consumirse entre cuatro y cinco veces a la semana.
- Verduras verdes: poseen grandes cantidades de ácido fólico o vitamina B9, que hace que las células del cerebro funcionen correctamente.
- Frutas: contienen fructosa, que eleva la energía. Además, los frutos rojos son antioxidantes y nos ayudan a concentrarnos mejor y tener más vitalidad. ¡Consumir con moderación!
- Jengibre y otras raíces: cuentan con un efecto estimulante, se reconoce como antiinflamatorio natural y es usado para manejar síntomas de algunas enfermedades, como artritis o resfriados.
- Semillas de calabaza y de girasol: contienen ácido alfa-linolénico (tipo de omega 3), que hace más fácil la comunicación neuronal y protege contra los radicales libres.
- Setas y champiñones: ricas en vitamina D, ayudan a reducir la inflamación, fortalecen los huesos y músculos y reducen el riesgo de contraer enfermedades del corazón.
- Legumbres (garbanzos): aportan vitamina B6 (generan serotonina y norepinefrina).
- Avena: posee vitaminas B5 y B6, y un alto aporte energético.
- Té negro: muy buen relajante, y eficaz para combatir el estrés.
¿Y qué parte de nuestra alimentación pueden influir negativamente?
- Cacahuetes: su alto contenido en sal y aditivos pueden generar mal humor y, a veces, dolor de cabeza.
- Margarina: contiene grasas procesadas (trans), que dificultan la metabolización de omega 3.
- Bollería industrial: contiene muchos azúcares y harinas refinadas, que producen subidas y bajadas precipitadas de serotonina, lo que puede traducirse en cambios de humor.
- Patatas fritas: tienen un alto contenido en grasas saturadas.
- Embutidos: ricos en conservantes, pueden provocar dolor de cabeza y mal humor.
- Refrescos y alcohol: pueden contener sustancias que “sobreactivan” el organismo, lo que puede provocar ansiedad, cambios de humor, nerviosismo e insomnio.
- Alimentos que contienen azúcar refinado: suministra una fuerte dosis de energía que puede debilitar los mecanismos de control de glucosa.
Y tú, ¿quieres cuidarte?