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Una vez hemos clarificado qué es el bullying, qué tipos hay, y cómo detectarlo (si no lo has leído, puedes hacerlo aquí), llega la hora de combatirlo.

¿Qué podemos hacer para prevenirlo?

En primer lugar, debemos entender que este es el punto principal de nuestra estrategia. Una vez el bullying comienza, es muy complicado controlarlo, y por ello, el eje sobre el que actuar será, de forma inequívoca, la prevención.

Debido a las diferentes motivaciones del acoso, la propuesta de solución debe ser amplia y abierta, y con el diálogo como principal herramienta para comprender, en primer lugar, el por qué se podría producir ese acoso.

Reducción de la incidencia

El entorno del niño debe instaurar medidas que impidan la aparición de nuevos casos de acoso. Para ello, primero hay que identificar los factores de riesgo que pueden generarlos.

Reducción de los casos

Si el acosador teme ser castigado, el acoso tendrá menos posibilidades de producirse. El llevar a cabo actuaciones que den a entender que las personas adultas son conscientes del acoso, y que dificulten que el maltrato se siga produciendo, es clave. Sin embargo, para poder utilizar este método, debe existir una comunicación fluida entre las familias y el personal docente.

Intervención en todos los casos

La intervención debe ser individualizada, y tiene que ser precoz. En ocasiones, hay que modificar incluso la estructura de la clase, porque podrían estar fomentando el acoso.

Además, es importante actuar sobre los alumnos implicados, tanto la víctima como el acosador. Al final, lo importante es promover siempre el respeto a la diversidad.

Atención psicológica a la víctima

Hay casos en los que la víctima, una vez resuelta la situación de acoso, no necesite apoyo adicional, pero hay otros en los que sí que puede requerirlo. Lo importante es observar cómo responde el afectado al acoso, o su capacidad de resiliencia.

Prevención general

Hay algunas normas básicas que debemos seguir si queremos evitar la aparición del bullying:

  • Informar adecuadamente a los niños sobre qué es el acoso, cómo identificarlo y cómo actuar.
  • No restar bajo ningún concepto importancia a un posible caso de acoso escolar. El respeto y la escucha son claves para que la víctima se sienta segura y pida ayuda.
  • Dar ejemplo como adultos: el respeto y la amabilidad son las bases de la lucha contra el bullying.

Y una vez localizado, ¿qué hacemos?

Por la parte de los padres y familiares

En el caso del entorno más cercano, veamos paso a paso cómo actuar frente al bullying:

  • Escuchar al niño y asegurarle que tiene derecho a sentirse seguro y feliz. Lo importante es hacerle entender que él no tiene la culpa de sufrir acoso.
  • Tomar notas de lo que nos cuente con fechas, lugares y hechos.
  • Hazle sentir seguro, que sepa que estás a su lado y le escuchas, y que estarás ahí para lo que necesite. Un objetivo claro es reforzar la autoestima de la víctima.
  • Tratar de hacer entender al menor la diferencia entre “delatar” o “chivarse” y “pedir ayuda”.
  • Procura mantener una comunicación sincera y abierta con el personal del centro, principalmente con el director y el tutor del niño. También, si es necesario, se debe contactar con la policía, para evitar situaciones de acoso fuera del horario escolar.
  • Enseñar a la víctima a responder frente al acoso: minimizar el impacto frente al agresor, por ejemplo.

Por la parte de los docentes

La función principal de los profesores es mantenerse alerta y observar con cuidado lo que ocurre alrededor de la víctima, para actuar lo antes posible ante una situación de bullying.

  • Exigir una disculpa a los alumnos frente a las faltas de respeto. En ocasiones más extremas, se pueden llegar a tomar acciones disciplinarias, como una suspensión.
  • Proponer actividades que fomenten la empatía y la superación de estereotipos.
  • Vigilar correctamente el patio de recreo.
  • Informar sobre el bullying a las autoridades del colegio, y solicitar una reunión con los padres de los implicados.
  • En el caso de los padres del agresor, recomendar visitas al psicólogo para estudiar y solucionar los problemas de comportamiento del mismo.
  • Realizar juegos y actividades que fomenten la participación y la inclusión de todos los niños. También, para los menores introvertidos o a los que les cuesta socializar, buscar métodos de integración.
  • Formarse en torno al bullying y utilizar herramientas de detección de acoso escolar.

Las consecuencias del bullying

Las consecuencias recaerán, en su mayor parte, sobre la víctima. Pueden presentarse como:

  • Fracaso escolar.
  • Niveles altos de ansiedad.
  • Fobia al colegio.
  • Insatisfacción y/o cambios de personalidad. Esto desemboca en que el niño pueda convertirse en una persona insegura, con baja autoestima.

Las víctimas llegan a creer que no son competentes ni académica ni socialmente. Esto puede llegar a provocar reacciones agresivas, que desembocan en intentos de suicidio.

Mobbing: acoso en adultos

En el ámbito del trabajo, el bullying es conocido como mobbing o acoso laboral. Este tipo de acoso suele ser de tipo psicológico, mediante burlas, amenazas o aislamiento. Sin embargo, en algunos casos, si no se consigue nada mediante el acoso psicológico, el agresor también puede llegar a recurrir a conductas violentas que incluyen agresiones.

Generalmente, el objetivo de este maltrato es hacer que la persona acosada dimita o sea despedida de la empresa.

Encontramos dos tipos principales de mobbing:

  • Mobbing vertical: el agresor se sitúa en un puesto de superioridad laboral frente a la víctima, es decir, es su “jefe”. Se aprovecha de la situación de mando para acosar a uno o varios de sus trabajadores, mediante una gran variedad de formas.
  • Mobbing horizontal: tanto el acosador como el acosado se sitúan en el mismo escalafón jerárquico, es decir, son compañeros de trabajo. El origen de este tipo de acoso suele ser la envidia, discriminación o desavenencias laborales.

Las consecuencias del bullying adulto son físicas y/o psicológicas. Las físicas suelen cursar con síntomas provocados por la somatización del estrés y la ansiedad, mientras que las psicológicas son la depresión, estrés continuo o esta misma ansiedad.

Respecto a los recursos, una vez se reconoce la situación, tenemos dos vías de acción:

  • Vía legal: el acoso laboral se encuentra tipificado y puede denunciarse por vía penal, civil o como contencioso administrativo.
  • Vía interna: informando a los superiores (especialmente en el caso del mobbing horizontal) y comprobar si existe un protocolo de actuación. Si no, la empresa debe proponer una solución.

Los adultos que hacen mobbing, a su vez, pueden dividirse en varios tipos (aunque pueden aparecer otras personalidades, estas son las más frecuentes):

  • Bully narcisista: no siente empatía y es egocéntrico. No teme a las consecuencias, y su objetivo es reducir la autoestima de otra persona para aumentar la suya.
  • Bully impulsivo: no planea su acoso. No logra contenerse, y a veces, acosa sin pretenderlo, llevado por una situación de estrés o ira.
  • Bully físico: es muy poco frecuente en adultos. Sin embargo, puede robar o dañar las pertenencias de la víctima, o amenazar con recurrir a la violencia física.
  • Bully verbal: puede crear rumores y mentiras para desacreditar o humillar a la víctima. Es un acoso difícil de documentar, y de los que más impacto emocional y psicológico tienen.
  • Bully secundario: es el apoyo del acosador principal.
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Pilar Gómez Ruiz
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Doctoralia

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